¿Cuál es el sentido de la educación? ¿Para qué existen los centros educativos de todos los niveles? ¿Sólo para producir mano de obra cualificada…? ¿O hay algo más?
Parafraseando a mi compañero David Álvarez: El propósito de la educación ES convertir el mundo en un espacio donde puedas aprender en cada instante y en cualquier sitio, ES alimentar tus sueños y tus esperanzas, ES valorar a cada persona como un ser único, ES alimentar tu espíritu crítico, ES incluir a todos y a todas, ES abrir espacios de igualdad, ES hacer crecer a las personas, ES construir para la justicia y para la paz, ES mejorar lo que nos rodea, ES abrir puertas a las oportunidades, ES unir esfuerzos e iniciativas, ES colaborar para llegar [juntos] más lejos, ES construir proyectos de vida, ES descubrir nuevas formas de hacer las cosas, ES enseñarnos a SER.[1]
Me quedo con uno de los infinitivos que menciona David. Colaborar; según la Real Academia Española, es trabajar con otra u otras personas en la realización de una obra. En el ámbito educativo, aunque cada vez son más los docentes que optan por las metodologías activas y abogan por un aprendizaje cooperativo, no siempre ha sido así. Más bien, a lo largo de la historia se ha fomentado un trabajo individual, caracterizado por una competencia malsana entre el alumnado.
Pineso que COLABORAR es compartir nuestras experiencias de éxito y de fracaso, que pueden ser muchas a lo largo de un día en clase. Quizá tras mucho esfuerzo preparando una actividad nos sale mal… y puede ayudar –y mucho- que alguien desde fuera nos diga su opinión, y podamos aprender de ese error.
COLABORAR es aprender nuevas soluciones a los problemas de siempre. Las cosas se ven mejor desde la distancia, sin apasionamiento, porque no hay buen en juez en causa propia. La cercanía a las dificultades del ajetreado quehacer docente pueden hacer que nos centremos en un frente de batalla que tiene pocas posibilidades de éxito. Compartir con algún compañero esas dificultades nos puede brindar la solución, o al menos una vía inexplorada hasta el momento.
COLABORAR es reírse de uno mismo y de nuestras ideas. Cuando algo no funciona, nada como una buena conversación –de esas que inspiran- para darnos cuenta de qué decisión errónea hemos tomado. Reconocer esos errores es la mejor manera de tomar un nuevo rumbo y quedarse varado en el mal sabor de la derrota no nos servirá para aprender.
COLABORAR es confiar en los demás porque valoramos sus aportaciones. Decíamos antes que nadie es buen juez en causa propia. Aprender a escuchar no es fácil, pero cuando recibimos ayuda desinteresada, feedback de calidad, aprendemos a valorar las aportaciones que nos hacen, y que nos abren nuevos horizontes.
Compartir, aprender, reírse y confiar… Suena bien, pero… alguien podría decir que esos compañeros inspiradores, capaces de dar feedback de calidad no están cerca. Aunque es difícil que ocurra, sí que es posible que por el acelerado ritmo de nuestro trabajo no los descubramos ¡¡Ánimo y busca esas conversaciones!! Y si no las encuentras, o simplemente quieres abrir más esas posibilidades de colaboración, te cuento que un grupo de profesores creó hace dos años el #ClaustroVirtual, con el objetivo de aumentar la colaboración entre docentes y mejorar los aprendizajes del alumnado… pero eso formar parte de otra conversación en este Balcón del Estrecho.
Gracias María, gracias compañeros y compañeras de Balcón, y gracias a los oyentes por acompañarme aquí cada vez que me asomo a contemplar nuestro Estrecho. Feliz Navidad, y que el 2018 nos traiga un poquito de sabiduría y de aprender a escuchar a los que nos rodean: lo necesitan, lo necesitamos.
[1] http://e-aprendizaje.es/2011/04/08/purposedes-el-proposito-de-la-educacion/