Seguimos con educación. Aprovechando la tranquilidad propia de la tarde del domingo he ido leyendo y releyendo artículos pendientes en Instapaper (aplicación cuyo uso recomiendo vivamente). Os dejo con unas pinceladas de lo leído esta tarde, que iremos digiriendo a lo largo de los próximos días. Y cuando llegue el fin de semana, Dios dirá.
El verdadero profesor, el educador, incide directamente sobre sus alumnos, y de alguna manera puede decirse que modela la vida de esos seres humanos. Por tanto, no puede restringirse su actuar a explicar unos contenidos de forma aséptica. Por tanto, está implicado en el producto, del mismo modo que el alfarero en el útil que moldea en el torno. El resultado dependerá de su destreza. Una destreza que hay que esforzarse por cultivar a lo largo de la vida. No basta con los años mozos de facultad y de ingenua ilusión docente. Hay que continuar también en los momentos difíciles. La formación no termina nunca.
El profesor no puede mantenerse ajeno ante el desfilar de vidas por los pupitres que tiene ante él. Involucrarse en esta tarea es esencial si se quiere desarrollar con competencia. Para ello, es necesario también una considerable dosis de audacia. El docente debe contar con los suficientes recursos personales para poder ayudar. Recursos que no es sencillo enumerar, pero que podríamos resumir -para el fin de este post– en competencia profesional e integridad, porque un grupo de alumnos es una pesada carga sobre la vida del profesor. Una carga que no se paga con dinero, aunque sea grata y se haga con alegría.
Esa audacia lleva al verdadero profesor a tener clara una hoja de ruta para cada uno de sus alumnos. Les conoce individualmente y sabe bien cuales son sus virtudes y defectos. Por eso mismo no puede dar a todos la misma solución. Como les escucha y conoce, es muy probable que los suyos sean uno consejos certeros y que muevan al cambio.
En definitiva, el mensaje para esta semana es claro. Hay que involucrarse en esta apasionante tarea hasta las cejas.
Imagen de cabecera: Coolgirlsar
Jesús Vélez 
Un comentario en “El profesor se involucra, hasta las cejas”