El sentido del humor


Recientemente hemos hablado sobre aprender a escuchar, la amistad y disfrutar de lo que hacemos. Es el turno ahora del sentido del humor. Y se puede empezar diciendo que el sentido del humor es un buen indicador de que se vive «hacia fuera», en el sentido de que el centro de nuestra vida no está en uno mismo, en sus cosas, sino en los demás, en las cosas de los demás. Podría decirse, en consecuencia, que el que no tiene sentido del humor no es humilde, está demasiado lleno de sí, preocupado por sus cosas, vive a espaldas del mundo. Chateaubriand, nos ha hecho llegar un pequeño pensée de Joseph Joubert: la cortesía, afirma, es la flor de la humanidad; el que no es bastante cortés, no es lo suficientemente humano.

Cortesía, fiesta, disfrutar de lo que hacemos… Buen humor, fiesta, alegría y amor están íntimamente relacionados. Ubi caritas exultar, ibi festivitat, ahorma Juan Crisóstomo. El buen humor es un componente de la alegría, y la alegría es lo más característico de la fiesta, cuya esencia es el amor. Es Clemente de Alejandría el que dice que la vida cristiana es un interminable día de fiesta. El amor que se desborda en servicio a los demás es lo que constituye la fiesta, y la vida humana -tal como la ha hecho Dios- es una fiesta continuada. Por otra parte, la creación entera es una fiesta, en cuanto donación amorosa de Dios al hombre, de ahí que se hable de la alegría de la creación.

El temperamento que tenemos es el que nos ha tocado, por herencia genética. Pero eso no quita que mejore nuestro carácter a base de un continuo ejercitarse por mejorar: una tarea de aprendizaje que dura toda la vida. ¿Acertaríamos al decir que el sentido del humor es una virtud? Cumple los requisitos de la definición, al menos.

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El sentido del humor debe diferenciarse, cuanto antes, de la continua broma, o risa fácil. Que, además de ser manifestación de frivolidad, puede herir a los que nos rodean. No olvidemos que el hombre es hombre-social. Conviene también mencionar el extremo opuesto, el serio, el hierático. Aquél para el que nada es gracioso. Si este comportamiento predominase, nos convertiríamos en una serie de figuras frías con incapacidad de gesticular o de expresar nuestro estado de ánimo. Una vez más, Cicerón da en el clavo: «imago animi vultus»: la cara es el espejo del alma.

Cuando nos sucede cualquier cosa, el sentido del humor nos permite mirar con perspectiva los hechos, y sirve también para desarrollar un pensamiento crítico, profundo. Mirando las cosas desde otro punto de vista, quizá podamos comprender los diferentes factores y elementos involucrados en la cuestión y tengamos un mayor nivel de acierto en la solución adoptada. Lichtemberg, profesor de la Universidad de Gotinga, en el corazón de Alemania, escribió: «Nada determina más el carácter de una persona como la broma que la ofende».

No enumero los beneficios para la salud de los que disfrutan los que tienen sentido del humor, por ser algo que ya ha hecho Pilar Jericó en un su blog.

Un ideal al alcance de todos: ceder el asiento a los demás, agradecer las cosas, sonreír, saludar con amabilidad, vivir una esmerada urbanidad en cualquier ámbito. ¿Un título para este ideal?: ser profesionalmente amables.

Antes de terminar, no me resisto a citar unas palabras de Benedicto XVI sobre la alegría de Dios:  personalmente creo que tiene un gran sentido del humor. A veces le da a uno un empellón y le dice: «¡No te des tanta importancia!» En realidad, el humor es un componente de la alegría de la creación. En muchas cuestiones de nuestra vida se nota que DIos también nos quiere impulsar a ser un poco más ligeros; a percibir la alegría; a descender de nuestro pedestal y a no olvidar el gusto por lo divertido.

Ahora sí cierro estas líneas, convencido de que los últimos temas tratados en el blog están muy relacionados entre sí. Servirá como muestra una frase del gran Alfonso de Ulloa en la que afirma que las palabras corteses son las ganzúas de los corazones. La amistad, estar más pendiente de los demás y menos de nosotros mismos, disfrutar con lo que hacemos, saber escuchar a todos… Al final todo cuadra, todo encaja, como las piezas de un puzzle. Conforme se profundiza en las características más esenciales de la persona humana, es más sencillo caer en la cuenta de que la vida no consiste en entronizar al más fuerte (la conocida ley de la selva). Se trata de aprender a disfrutar y convivir.

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