Hay mucho escrito sobre la fiesta, y no pretendo descolgarme con un análisis-ensayo sobre ella. Si alguno quiere profundizar por ese camino, el breve ensayo de Josef Pieper, Teoría de la Fiesta, puede ser un buen comienzo.
En nuestras conversaciones aparece con frecuencia la siguiente idea: «aquí estamos para disfrutar» y «hay que disfrutar con lo que haces«. A priori, todos suscribimos ambas afirmaciones. Solo una persona enferma sería capaz de sostener lo contrario. Si en nuestro bregar cotidiano con el trabajo, la familia, los amigos, etc. nos resultase imposible ese disfrute, lo viéramos como un reto inalcanzable, es el momento de pararnos y analizar la situación -¡y también a nosotros mismos!-. Es señal de que no todo marcha correctamente. no disfrutar de lo que hacemos es algo terrible. Otra pandemia más del siglo XXI.
¡Cuánta gente se cruza en nuestro camio a diario con rostros apesadumbrados, o aislados del entorno que les rodea por unos earpods que retumban con el éxito musical del verano! Estos últimos se merecen un post aparte.
Volviendo a la «supuesta» incapacidad de disfrutar con lo cotidiano, con todo aquello que se encuentra en nuestro círculo más próximo, Victor Frankl, en su conocida obra El hombre en busca de sentido, no sólo nos da algunas pistas, sino que muestra el camino que él y muchos otros siguieron en una situación penosa y degradante (como la que se vivió en los campos de exterminio nazi). Y lo cuenta sin ningún pudor. Aún en medio del entorno más adverso imaginable -y el suyo lo fue, y mucho- tenemos algo que no nos arrebatará nadie: nuestra libertad.
Esa libertad se relaciona íntimamente con la mirada, la observación, la capacidad de penetrar en la esencia de las situaciones que vivimos y de las personas que nos rodean. Sin poder conocer nuestro entorno, con unas capacidades sensoriales limitadas, resulta difícil comprehenderlo y poder actuar en consecuencia.
CONTINÚA…
¡Qué buen artículo! Esperaré a que salga la continuación…
Gracias!