Llegan etapas en la vida en las que el tiempo para aficiones escasea, las lecturas desaparecen… Son momentos en los que el trabajo tiende a expandirse en los huecos «libres» del horario, ya no hablas de orden, sino de productividad, buscas formas de organizar mejor los pocos espacios blancos que quedan en el horario y los milagros del GTD tardan en llegar.
Son momentos, en definitiva, para disfrutar más, para sacar provecho de un rato de charla con la familia, una cerveza con un amigo, o quizá aprovechar para llamar a esa persona importante y con la que llevas tiempo sin hablar.
Ya no escribes, apenas, sobre lo que te gusta, sino que escribes lo que tienes que escribir por motivos profesionales. Sin que me oiga Álvaro, me temo que en muchas ocasiones ponemos un mail al que está en el despacho de al lado para no perder el tiempo en levantarnos de la silla.
Y podría seguir describiendo la situación, pero como resulta conocida para tantos, ahí me quedo.
Uno de los asideros que ayudan a que no nos dejemos engullir por el remolino (repito, hay varios, y éste no quizá no sea el más eficaz, pero a mí me sirve) es la lectura. Pero la lectura de esos libros que enseñan a vivir una vida buena, que enseñan a conocer mejor el género humano, libros que requieren la acción del intelecto y de un lápiz para sacarles todo su jugo y que así realmente nos mejoren como personas. Quizá incluso nos atrevamos con algún ensayo bien recomendado y mejor elegido.
Una de las temáticas más suavizantes y agradables para conversar con amigos y colegas del trabajo, es precisamente ésta: los libros. ¿O es que siempre ibas a hablar de lo mal que está el mundo, del paro, de las manías de tu jefe? Hablar de fútbol, de coches, motos, mujeres, etc. tiene un límite. Si tomamos como eje central de la tertulia al ser humano, o un libro, aquello puede incluso hacernos descansar. Y mejor no mires el reloj, porque acabarás tarde.
Sobre la tertulia podría escribirse mucho, y decirse -como siempre- aún más. Pero continuamos con una cerveza fría por delante, o un café si lo prefieres.
Jesús Vélez