¡Ah, una cosa más! No se preocupe, querida señora (podría añadirle yo hoy a esa mamá que, de generación en generación, no cambia), toda esa belleza en la cabeza de sus hijos no va a impedirle chatear fonéticamente con sus amiguitos en la red, ni mandar esos SMS que le hacen chillar como una rata: <<¡Dios mío, qué ortografía! ¡Cómo se expresan los jóvenes de hoy! Pero ¿qué hace la escuela?>>. Tranquilícese, haciendo trabajar a sus hijos no reduciremos su capital de inquietud materna.
Esto es lo que hay, si a alguien le sirve para pensar, mejor que mejor.
La cita está está extraída del libro que estoy terminando de leer: Mal de escuela, de Daniel Pennac. No tiene desperdicio.
Y para colmo, en la Blackberry es casi imposible escribir un sms correcto (ortográficamente) sin invertir unos 2-3 minutos.